El otro día fui a la biblioteca y al llegar me dio la impresión de que la chica de enfrente, que era una total desconocida, me miraba con cara de asco. Con desprecio.
Pensé que tal vez no le gustaba como iba vestida o que creía que mi peinado era ridículo. Repasé disimuladamente mi apariencia buscando algo fuera de lugar, pensé que no debí haberme puesto aquellos zapatos, y que necesito un corte de pelo urgente.
En un momento empecé a ponerme cada vez de más mala leche pensando en qué clase de ser superior se creía ella para mirarme con tal altivez. Mil críticas absurdas hacia mi persona pasaron por mi mente intentando averiguar en cuál de ellas estaría pensando aquella chica. Y no sin repasar, a la vez, todo el árbol genealógico de la susodicha individua empezando por su madre y siguiendo hasta su pariente más lejano, llegando al neardental del que seguramente había heredado su capacidad intelectual.
Entretenida en estas elucubraciones de repente pasó por nuestro lado una pareja, cogidos de la mano, la mar de monos (de éstos que dan un poco de rabia y todo, que parecen salidos de un anuncio de bombones). Pues la chica en cuestión les dedicó la misma mirada de asco que me había regalado a mí, con lo que me alivió un poco no tener yo la exclusiva de su mirada crítica. Pero es que después, al fijarme con detenimiento, comprobé que más que altiva, aquella mirada era la normal en aquella chica, pues le dirigió esa misma expresión a cada persona que pasó por su lado.
Y entonces reparé en que había malgastado un buen rato de mi vida y de mi tiempo de estudio pensando en las cosas malas sobre mí que hubieran llevado a la chica a dedicarme aquel insulto en forma de mirada, que al final no resultó ser tal cosa.
¿Por qué será que a menudo solemos creernos lo malo que dicen o piensan de nosotros, incluso hasta cuando eso no ocurre?
Pensé que tal vez no le gustaba como iba vestida o que creía que mi peinado era ridículo. Repasé disimuladamente mi apariencia buscando algo fuera de lugar, pensé que no debí haberme puesto aquellos zapatos, y que necesito un corte de pelo urgente.
En un momento empecé a ponerme cada vez de más mala leche pensando en qué clase de ser superior se creía ella para mirarme con tal altivez. Mil críticas absurdas hacia mi persona pasaron por mi mente intentando averiguar en cuál de ellas estaría pensando aquella chica. Y no sin repasar, a la vez, todo el árbol genealógico de la susodicha individua empezando por su madre y siguiendo hasta su pariente más lejano, llegando al neardental del que seguramente había heredado su capacidad intelectual.
Entretenida en estas elucubraciones de repente pasó por nuestro lado una pareja, cogidos de la mano, la mar de monos (de éstos que dan un poco de rabia y todo, que parecen salidos de un anuncio de bombones). Pues la chica en cuestión les dedicó la misma mirada de asco que me había regalado a mí, con lo que me alivió un poco no tener yo la exclusiva de su mirada crítica. Pero es que después, al fijarme con detenimiento, comprobé que más que altiva, aquella mirada era la normal en aquella chica, pues le dirigió esa misma expresión a cada persona que pasó por su lado.
Y entonces reparé en que había malgastado un buen rato de mi vida y de mi tiempo de estudio pensando en las cosas malas sobre mí que hubieran llevado a la chica a dedicarme aquel insulto en forma de mirada, que al final no resultó ser tal cosa.
¿Por qué será que a menudo solemos creernos lo malo que dicen o piensan de nosotros, incluso hasta cuando eso no ocurre?
4 comentarios:
A mí si me miran mal es por envidi o para hacerse los interesantes. desde que la unesco me declaró patrimonio de la humanidad, tengo muchos enemigos.
el caso es que si nos preocupa lo malo que dicen de nosotros es porque, al contrario que otros y otras, tenemos la necesidad de saber cuáles son esos errores y hacernos mejores personas. Todo es una cuestión de autocrítica, algo que deberían hacer muchas personas, que no son responsables de sus palabras y sólo se mueven por el interés o motivados por sus ansias de poder.
Pues a mí tu manera de vestir me gusta mucho, ya sabes que siempre te veo divina de la muerte. Yo también debo ir a cortarme el pelo. El problema es que tengo un pelo tan bonito que sólo me queda bien los tres días siguientes a ir a la peluquería. Quiero dejar de ser tan modernos y llevar un corte de pelo más moldeable, aunque sea vulgar. Y quiero cambiar un poquito de vestuario. Este año se llevan los chalecos con corbata... y este año las rebajas están durando demasiado...
Este post me ha recordado a la chica de la peli de Juno que la miraba mal, pero que en realidad tenía un ojo semicerrado, jeje.
Yo creo que todos tendemos a pensar un poco así (bueno, todos quizás no, pero los que tenemos un poco de paranoia persecutoria y baja autoestima sí :P), aunque, en realidad, puede que seamos nosotros los que miramos de esa manera.
hey xulissima!
i que complikats som els humans eh? que fàcil que és fer una muntanya de coses vanals quan realment les que importen ens poden passar per alt sense adonar-nos'en...
tot el que ets, és el que et fa ser una persona tan sumament especial.
marion.
Aiiiiiiiii aiiiiiiii aiiiiiiiiii que feia molts dies que no passava per aquí!!!
He de dir, en defensa a la caradegos que vas trobar a la bibloiteca, que m'agradaria saber què pensava de nosaltres la gent que compartia aquest espai de calma i tranquil·litat (només aparent) amb nosaltres...aiiaiiii!!
Quan penso amb biblioteca penso que I WISH YOU WERE HERE...
o sigui que ja ho saps!
Cuida't molt al búnker i quan vulguis fer ambient, AnnaE. al habla, digui'm!
Publicar un comentario